La importancia de mantener nuestros monitores calibrados y cómo lograrlo

La importancia de mantener nuestros monitores calibrados y cómo lograrlo

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La importancia de mantener nuestros monitores calibrados y cómo lograrlo

Uno de nuestros grandes retos actuales en la fotografía es cómo se mueve nuestro trabajo en el mundo digital. ¿Quién ve mi contenido? ¿Desde dónde lo ven? ¿Cómo lo ven? Y en esta última es donde encuentro mi mayor preocupación al respecto. La fotografía tiene un impacto sobre el espectador, quien subjetivamente puede o no gustarle la imagen. Esta reacción se da en una primera instancia en cómo la persona observa la imagen, tiene una primera impresión. Pero en el mundo digital no tenemos control sobre ello.

La cantidad de medios de visualización son muy altas: hay smartphones de cuatro a seis pulgadas, tabletas hasta 15 pulgadas, monitores de 34 pulgadas y televisores de hasta 100 pulgadas; pantallas IPS, OLED, LED, con nanocristales, HDR; y perfiles de color “especiales” para las situaciones que la gente activa y nunca vuelve a cambiar en sus televisores. Y, lo peor, incluso si son dos monitores de una misma línea de producción, con los mismos ajustes, puestos lado a lado, nunca se verán igual.

Pero, con todo ese caos en pantallas, solo hay una opción para confiar en que nuestro trabajo está bien hecho: calibrar nuestros monitores.

Encontrando el punto blanco

La ventaja de contar con un monitor calibrado es que nos dará una base sólida para saber que en la mayoría de dispositivos encontraremos un color similar. Aunque cada pantalla puede cambiar en contraste y tener dominantes de color, el espectador no suele ver con variaciones muy fuertes. Sin embargo, ajustar el color en una pantalla que tenga una dominante, puede hacerse ver como un defecto de color en una pantalla con otra dominante.

En mi época de estudiante tuve un caso así. Mi laptop de aquel entonces (MacBook Pro de 15 pulgadas de 2008) tenía una buena pantalla, los computadores en la escuela variaba entre los que tenían Windows y los que eran Mac. Teníamos una entrega de imágenes en digital. Vaya sorpresa la que muchos nos llevamos cuando el profesor descartaba las fotos viéndolas en el televisor del aula. Mis fotos editadas en una pantalla fría se veían en un televisor con pantalla de dominante cálida y con saturación a saco. Tenía en una pantalla el rostro de mi amiga más naranja que Garfield bronceado.

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Arriba: monitor laptop no calibrado / Abajo: monitor laptop calibrado

Como ejemplo pongo la imagen de arriba. Cuando lo que tengo es mi base para comenzar a editar en Photoshop, lo que busco es respetar lo más que se pueda el tono de piel de la persona. Luego los tratamientos creativos se suman al final. Pero si comienzo con una base mala, que ya es fuertemente cálida en la piel, terminaré con un color extraño en el resultado final.

De estas experiencias salió que luego me obsesionara más con el color y que mi primer acercamiento a editar mis fotos fuera: voy a revisar cómo se ve en las pantallas de mi casa, las de la escuela y (con la llegada en masa de los smartphones) en el móvil, etc... Sin embargo esta práctica es poco práctica, porque hay muchas variables para el color de cada pantalla. Pero, ¿a un cliente cómo le convencemos de clavar el color de su marca? Con números.

Aquí fue donde encontré la mayor importancia de tener mis monitores calibrados. Si un cliente me dijera que en su pantalla ve las cosas mal, cómo justifico que el error es de su lado y no del mío: diciéndole que en su manual de marca el color X tiene un valor y que si vemos la información de mi color, son el mismo. Por suerte, las matemáticas no mienten. La calibración del monitor permite que el trabajo que uno realiza se haga con seguridad de que el color se está trabajando de la manera más correcta.

Aquellos que realizan impresión, el trabajo se multiplica, pues la gestión de color debe ser igual para poder tener los mismos resultados desde la cámara al papel. Sin embargo, están seguros, al hacerlo, de que lo que ponen sobre la pared es lo que quieren que la audiencia vea.

En el mundo digital es lo mismo. La única manera de estar seguros que lo que realizaron está circulando como lo concibieron es asegurando que hay una base neutra dada por la calibración.

¿Cómo lo logramos?

El acceso a un calibrador era muy complicado hace unos años. Las personas que tenían un sensor lo cuidaban como si fuera un tesoro nacional. Ahora es fácil conseguir alguno con precios cómodos. Actualmente uso el Spyder 5, por la ventaja de haber comprado la versión express y saber que luego lo puedo actualizar al pro, con un hardware que sirve en toda la cadena.

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Gracias a programas de fuente abierta como DisplayCAL, se puede conseguir tan solo el hardware para calibrar nuestras pantallas y ahí pueden aprovechar para comprar modelos anteriores de segunda mano con la seguridad de un buen trabajo de calibración, pedirle a un colega prestado el de él/ella o comprar un aparato sin tener que pagar licencias extra si tienen varios computadores para calibrar.

Lo más importante es saber la necesidad de trabajo. Para alguien como yo, quien trabaja principalmente para web, trabajo con monitores 8-bit, por lo cual no necesito el calibrador más avanzado, por eso un perfil como el Spyder 5 Express o un calibrador como el ColorMunki Smile de X-rite serían más que suficiente. Sin embargo, quienes imprimen o trabajan para proyecciones de mayor profundidad de color, lo más probable es que necesiten comprar un combo como el iDisplay Pro de X-rite o la licencia de Spyder 5 Pro o Elite.

El mantenimiento recomendado es el de calibrarlo una vez al mes. Algunos lo hacemos cada 15 días. Pero también podéis ser obsesivos y realizarla a diario. Recordad que las pantallas deben estar prendidas por más de 30 minutos (recomendado una hora), para que esté caliente y estable. El proceso toma alrededor de 40 minutos.

La práctica de mantener un monitor calibrado os ayudará a ver una gran mejora en la calidad de vuestro trabajo.

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