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Fotógrafos como tú... Manuel Vilariño

Fotógrafos como tú... Manuel Vilariño
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En los últimos años he tenido la suerte de conocer a mucha gente que hace fotos. Algunos de ellos se dedicaban profesionalmente a la fotografía, otros no, ¿qué más da? Hablar con ellos y ver su trabajo me ha hecho afianzar un pensamiento que nunca abandoné. Todos ellos, o nosotros, tenemos algo en común.

Desde el fotero padre de familia que aprovecha los domingos para hacer fotos hasta el fotógrafo de publicidad a tanto la sesión, siempre hay un elemento que los iguala: su pasión por este fantástico modo de expresión.

Ver las cosas de esta manera me ha permitido eliminar unas barreras psicológicas que muchos se preocupan por marcar (profesional vs aficionado), pero que muy pocas veces existen en realidad. Siempre llego a la conclusión de que sólo hay gente que vive la fotografía y gente que no. A los primeros les llamo "fotógrafos como tú".

Iniciamos una serie de conversaciones con fotógrafos como tú hablando con Manuel Vilariño, Premio Nacional de Fotografía 2007 en España.

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Manuel Vilariño (1952) vive con su familia en su casa-estudio de Bergondo, un pueblo en las afueras de la ciudad de A Coruña. Amante de su Galicia natal afirma no querer abandonar la "soledad" en la que vive, rodeado de naturaleza. Parece que ni la Bienal de Venecia ni el Premio Nacional de Fotografía 2007 han cambiado a este hombre entusiasta y trabajador.

Vilariño nos recibió en su hogar junto a su mujer. Una confortable casa de campo obra de Manuel Gallego (Premio Nacional de Arquitectura. Dios los da...). La cocina y el salón-estudio-taller ocupan la planta baja. Huele a hogar. No hay diferencias entre el espacio para trabajar y para vivir. Está claro que para Manuel Vilariño vida y obra van unidos.

Ilusionado nos conduce a su lugar de trabajo, el salón-estudio. Se respira arte. Libros, cámaras de fotos montadas sobre trípodes, bodegones desmontados, flight cases de Sinar, más libros, recuerdos de viajes, fotos que acaban de llegar o están a punto de salir hacia una exposición están apoyadas en las paredes y un piano de cola ocupa el centro de la habitación. "Me encanta la música, desde JJ Cale a Mozart pero la verdad es que toco muy mal".

Amable en el trato, Vilariño off the record es un hombre de conversación muy amena. Me sorprendió lo muy informado que estaba de las últimas novedades no sólo en fotografía, sino en vídeo y cine digital. Muy interesado en nuestras cámaras, nos contó que estaba pensando en comprarse una buena réflex digital: "Me gusta la Canon 5D, pero todavía no lo tengo claro".

Nos mostró con pasión algunas de sus cámaras, entre las que se encontraban una Leica M6, una Hasselblad y una enorme Sinar antigua en perfecto estado. Con la misma pasión enseñó algunas placas que tenía para la Sinar, "éstas ya no se fabrican, las compré hace poco en Chicago" y película, montones de rollos de película Fujichrome Velvia. "Me gusta trabajar con un par de tipos de película y siempre con el mismo revelador, es la manera de controlar perfectamente el resultado final que vas a obtener en el positivado".

En su conversación mencionaba con frecuencia y entusiasmo los Estados Unidos, un país que le marcó: "En los Estados Unidos es donde se trabaja de verdad. Allí encuentras a los mejores profesionales, a la gente que más sabe. Además, en sus tiendas, sigues encontrando de todo, como siempre".

También nos habla con pasión de la obra de Gervasio Sánchez, reportero de guerra: "Su trabajo no tiene nada que ver con lo que yo hago. Pero me parece que su obra es magnífica. Su última exposición, Vidas Minadas, es genial. Es un gran fotógrafo".

Al iniciar la entrevista sus palabras se tornaron más solemnes y empezó a hablar el Manuel Vilariño biólogo, el filólogo y el artista. Tres en uno. Un hombre con una extensa cultura. Fotógrafo como tú y a su vez intelectual. Una mezcla indisociable de facetas que hacen de él, sin duda, un tipo peculiar. Aquí os dejo algunas de las partes más interesantes de la entrevista:

¿Cómo empezó en la fotografía? Siempre había hecho alguna foto con la cámara familiar, pero empecé seriamente cuando llegué a la universidad en Santiago. Llevé a cabo mi primer proyecto sólido a los 24 años, cuando ya tenía una cultura visual. Mi relación con la cámara ya pasaba de aquellos primeros escarceos con la imagen. Entonces ya sabía definir un proyecto; te miras más hacia dentro buscando la luz interior de lo que ya tienes y abres los ojos al mundo con la cámara. Para mí vida y obra van juntos. La vida es un proceso de demolición que yo documento, es trazar círculos de desaparición. Esta idea del círuclo está presente en mi obra, representa que la mirada interior, meterme en el poso de donde sale el agua.

¿Cómo ha evolucionado su trabajo durante los últimos 30 años? En la vida existe un hilo invisible que conduce de una cosa a otra, ahí permanecen conexiones con muchos parámetros de los primeros momentos, lo que pasa es que con el paso del tiempo, uno va teniendo una mirada diferente. Se aproxima más al lugar de la diferencia. Se aventura cada vez más al mundo de lo desconocido, al precipicio.

¿Y en cuanto a las herramientas? Sigo trabajando con cámaras analógicas, películas en blanco y negro y color. Me parce muy importante el cambio a las nuevas tecnologías, a la fotografía digital. Pero aún añoro el super 8 en cine y el 35 mm. La fotografía y el cine han dado un salto con las nuevas tecnologías y me parece muy importante: el laboratorio ha pasado a ser el ordenador. Pero lo que me parece más importante es a nivel filosófico el salto del ángel. Por primera vez estamos ante lo inmaterial, que es lo digital, que se relaciona con la figura del ángel en todas las culturas. Tengo una serie sobre el ángel del que habla Wallace Stevens. El ángel innecesario, a través de cuya visión descubres el mundo de nuevo.

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Acaban de declarar desierto un premio a causa del abuso de Photoshop No lo sabía, supongo que el Photoshop es también el bricolaje, que es la perversidad del medio. Sin el Photoshop trabajas directamente con la luz. Siempre tienes luz, únicamente necesitas tiempo para desvelar algo.

¿En qué tramo se encuentra dentro del camino por el que discurre su obra? De alguna manera siempre estoy desbrozando, abriendo un sendero en la naturaleza. Cuando hablo de desbrozar un camino estoy hablando en el sentido filosófico del término, esa idea de abrir algo nuevo que te conduce al lugar donde puedes encontrarte. En ese buscar te puedes encontrar con el zumbido de los insectos, con el caminar de la lagartija o el vuelo del pájaro, que te puede llevar al claro del bosque donde encuentras el fulgor, la luz, ese claro que es el espacio del que habla María Zambrano y que me interesa mucho, que es donde existe el deslumbramiento. ¿Dónde está mi trabajo en ese desbrozar? Pues en estos momentos está en una línea de paisajes aurorales, en el sentido de que los realizo en ese instante antes de que salga el sol y depués de la noche, cuando todavía no se escucha el canto de esos pájaros. Me gusta fotografiar con esa luz, que es la aurora, es una luz que se va abriendo a la par de lo visible. Simultáneamente tengo otras líneas de trabajo que tienen que ver con el still-life.

¿Cómo llega a los objetos fotografiados? Son objetos que encuentro o que busco. Algo que está muy presente en mi obra es el animal, que ha venido desde colecciones de museos de Holanda y Estados Unidos o de Galicia. Animales que me he encontrado en el bosque. Mi encuentro con el animal ha sido fortuito, incluso a través de cazadores, de agrupaciones naturalistas. El animal ha venido a mí. Como decía Rilke "los animales brotan del silencio".

He trabajado con el still-life, porque juego en ese círculo de la existencia y la inexistencia, no exactamente de la muerte. También me ha interesado mucho la gran tradición pictórica española y el bodegón clásico español barroco. De hecho, muchas de mis series están referenciadas en un post-barroco. y toda Me interesa transmitir esa idea de tenebrismo a través del soporte fotográfico.

Otro interés es la naturaleza muerta brahmánica, más vinculada a las filosofías orientales con las que he tenido mucha relación teórica y por influencia directa de mis estancias en la India. Trabajo con estas ideas no sé muy bien por qué, puede que por experiencias vitales.

La naturaleza muerta brahmánica se basa en animales que aparentan estar muertos pero que a lo mejor están vivos en ese resurgir y renacer de la vida y de la propia materia. Para recrearlo trabajo con especias, que son vida, y sobre ellas, estaban los animales que aparentaban estar muertos. Es un metabolismo cósmico, más propio de las culturas orientales, en contrapunto con los bodegones barrocos y que realicé para la bienal de Venecia. Paso de la mirada cósmica a la visión tenebrista de la pintura española.

¿Cree que en el mundo del arte es necesario tener padrinos para salir adelante?

Sí, en el arte actual es más importante una estrategia de márketing o un padrino para que te metan en el circuito caliente del arte contemporáneo. Es lo que está funcionando desde hace muchos años, pero también es un modelo de productos efímeros. Unos nombres sustituyen a otros, unos jóvenes sustituyen a otros. Me parece una apuesta muy legítima, pero yo creo más en la soledad del corredor de fondo, en la soledad sin refugio, sin estar pendiente del merchandishing ni de la difusión. De todas formas hay una balanza perversa entre una cosa y otra. Uno necesita también la comunicación.

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Pero yo sigo siendo el que soy aunque no sea nada, como dice Fernando Pessoa. Tras eventos como la Bienal de Venceia, una vez que expongo allí y que mi obra la mueven determinadas galerías, yo sigo estando en Bergondo, en el hondón, en este agujero que véis, que es donde vivo, lo que me rodea.

No soy un piloto enloquecido del arte contemporáneo, sino una persona normal que trabaja desde el agujero o la pura sombra que es la naturaleza que me rodea.

En ese sentido, no le ha cambiado la vida el premio... No, no me ha cambiado porque mi proyecto es un proyecto espiritual muy vinculado a la sombra oscura a sondear en lo que me rodea oscuro y mi obra se fundamenta en eso. En cualquier caso no puedo convertirme en lo que no soy o lo que no quiero ser.

A las 13.30 damos por concluída la conversación. Vilariño espera una llamada de Alberto Ruiz de Samaniego, el comisario de algunas de sus exposiciones. Además, "tengo que salir a buscar a la niña. Está a punto de salir del cole", nos dice.

Fotos | Óscar Vífer

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