Con frecuencia, toda una vida de dedicación a una forma de expresión artística no basta para que esa trayectoria sea reconocida con un premio. Es comprensible, no en vano hay muchos más «aspirantes» que galardones. Pero el hecho de que sea razonable no apacigua el desasosiego que provoca la certeza de que muchos artistas de incuestionable valía no vean recompensado su esfuerzo con un premio que reconozca el mérito de sus aportaciones. Afortunadamente, este no es el caso de Alberto Schommer.
El Premio Nacional de Fotografía de este año ha impactado sobre este apreciado fotógrafo vitoriano en un momento catártico de su vida. Hace poco más de dos meses falleció su esposa y principal valedora, Mercedes Casla, por lo que Schommer no ha conseguido contener la emoción provocada por la concesión de un galardón en gran medida propiciado por el incansable amparo de su compañera vital. «Ella fue mi apoyo y empuje permanente, y temía que se olvidaran de mí. El premio me alegra mucho, pero, sobre todo, por ella».
Toda una vida de pasión por la fotografía
La carrera de Alberto Schommer ha discurrido a lo largo de más de cincuenta años, durante los que ha firmado buena parte de los mejores retratos publicados por los diarios ABC y El País. Porque, sí, el «fuerte» de este fotógrafo son los retratos. Convencido de que estas instantáneas representan la mejor forma de esbozar una historia, ha conseguido reescribir la manera de tomarlas para atrapar el aura psicológica que desprende el sujeto retratado.
Delante de su cámara han posado buena parte de los intelectuales, empresarios y políticos del país, pero su fotografía, lejos de describir lo evidente, ha sido capaz de desvelar la transformación social y cultural que ha experimentado España desde la Transición. Esta es la principal aportación de su obra, y la razón primera por la que el jurado del Premio Nacional, en el que han intervenido miembros tan ilustres como Catherine Coleman, Conservadora del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, o Laura Manzano, Coordinadora del Departamento de Artes Plásticas del Círculo de Bellas Artes, ha decidido fallar a su favor.
Las ocho décadas y media que acarrea Alberto Schommer no parecen haber mellado su pasión por la fotografía. De hecho, ha confesado no solo estar deseando planificar la muestra que conlleva el premio; le gustaría exponer en el Museo Nacional del Prado. «Pondré una decena de retratos grandes, de dos metros de altura por ochenta centímetros de anchura». Ahí va un grande. Nuestra más sincera enhorabuena.
Fotografía principal | Luis Alberto García para El País Fotografía secundaria | Alberto Schommer, «Eduardo Chillida, 1973» Vía | El País
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