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Virxilio Viéitez, el fotógrafo de pueblo en el que se fijó Cartier Bresson

Virxilio Viéitez, el fotógrafo de pueblo en el que se fijó Cartier Bresson

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Virxilio Viéitez, el fotógrafo de pueblo en el que se fijó Cartier Bresson

Virxilio Viéitez (Forcarey, 1930-2008) es la figura más influyente de la fotografía gallega del siglo XX. Su manera de mostrar la realidad de la década de 1950, recuerda al concepto cinematográfico y nos muestra una imagen sociológica de mediados del siglo pasado. Vamos a repasar la trayectoria de otro de los grandes maestros de la fotografía.

En tiempos de guerra la expresión "ganarse la vida" cobra más fuerza de lo habitual. Viéitez es un superviviente, un trabajador, un buscavidas que encontró en la fotografía un medio de expresión, de comunicación y de trabajo.

Los inicios de Virxilio Viéitez

1930 no fue una buena fecha para nacer en España ya que poco después estallaría la guerra, los supervivientes tendrían que enfrentarse a la posguerra y la vida no sería fácil para ellos. Vayamos a ese momento, cuando la contienda ya había acabado y a los españoles aún les quedaba mucha batalla por soportar. Viéitez no conoció a su padre, creció en una aldea rodeado de mujeres, su infancia se desarrolló entre aperos y útiles de campo, el trabajo le apartó de la escuela y él aprendió por su cuenta a leer y escribir, esa forma autodidacta de aprender le acompañaría el resto de su vida.

En 1946, con 16 años, aprende el oficio de albañil, trabaja en las obras de ampliación del Aeropuerto de Lavacolla, que se pasaría a llamar tras esta remodelación como Aeropuerto de Santiago de Compostela. A los 18 años emigró de su Galiza natal y se fue a trabajar a Catalunya en las obras de construcción de los teleféricos próximos a Panticosa, aquí empieza su "rollo con la fotografía", como el propio autor solía decir.

Este primer punto de inflexión en la vida de Viéitez llega cuando empieza como ayudante en un estudio, en esta primera época compagina sus trabajos en la construcción con la afición por la imagen. Cuando aprendió el manejo de la cámara y vio que el invento de la fotografía le daba dinero y no le obligaba a el frío que tenía que soportar en la nieve, abandonó la construcción y se dedicó por completo a la foto.

Entre el portafolio del fotógrafo encontraremos multitud de reportajes de bodas, pero también de entierros y funerales.

Durante un tiempo trabajó con los turistas que venían de viaje a la Costa Brava, hizo mucho dinero porque, sumado a la cantidad de trabajo de aquella época, le pagaban en dólares, en libras y solían darle las vueltas como propina.

Habían pasado nueve años desde que Viéitez se fue de su casa, corría el año 1955, el negocio de la fotografía iba "viento en popa" y Virxilio estaba pensando en establecerse por su cuenta cuando recibe la noticia de que su madre se encontraba enferma, decide entonces volver a Galiza.

Regreso a Pontevedra y primeros trabajos

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Eran otros tiempos, el fotógrafo era la persona que en cierta forma daba fé de que algo había pasado, es fácil imaginar el prestigio y la importancia que tenían en una sociedad como la española a mediados del Siglo XX.

De vuelta en Pontevedra Virxilio Viéitez se estableció como fotógrafo, se casó con Julia Cendón, con la que tuvo tres hijos. Su madre no superó la enfermedad por la que el fotógrafo abandonó la Costa Brava, un nuevo parón le separaría de su carrera de manera provisional: "la mili." Tras la vuelta de cumplir con el servicio militar obligatorio, Viéitz recuperó, una vez más, su profesión.

Con todos estos parones, no es hasta 1957 cuando consigue un trabajo como como corresponsal en El Pueblo Gallego y la emisora de radio Voz de Vigo. Como corresponsal recorre cubre la información en varias localidades Pontevedresas como Cerdedo, Soutelo de Monteso Estrada.

Sus inicios en el retrato de estudio quedaron atrás, empezó a buscar nuevas oportunidades en la fotografía social. Sus trabajos en bodas, comuniones y bautizos son un importante legado que ponen de manifiesto la cultura y tradición española de mediados del siglo pasado.

En aquella época los intelectuales y pudientes fotógrafos se inspiraban en las corrientes que llegaban desde el extranjero, lo mejor de Viéitez es que no era un intelectual, ni era rico, era un artesano que aprendió a desarrollar un estilo propio que con el tiempo le llevó a aparecer en el libro 'Mis fotos favoritas' de Cartier-Bresson.

Entre el portafolio del fotógrafo encontraremos multitud de reportajes de bodas, pero también de entierros y funerales. La sociedad española de la época era, a la fuerza, tradicional, católica y conservadora, y esto se pone claramente de manifiesto en el tipo de fotografías como las que el fotógrafo pontevedrés estaba realizando en ese período.

Fotos de carnet y el estatus de fotógrafo

En 1944, cuando aún Virxilio era un niño que no había salido de su aldea, se empezó a implantar en España un sistema que pretendía identificar a todos los españoles. En aquella época la implementación de algo como esto no iba a ser rápida, así que cuando se repartieron las zonas de trabajo para los fotógrafos que realizaban el DNI a Viéitez le tocó la suya.

Hoy las aldeas están desiertas, pero por aquel entonces estaban llenas de gente y el de los carnés fue un negocio muy lucrativo. Eran otros tiempos, el fotógrafo era la persona que en cierta forma daba fé de que algo había pasado, es fácil imaginar el prestigio y la importancia que tenían en una sociedad como la española a mediados del Siglo XX.

Si contemplamos las fotos de la época comprobamos esa liturgia que seguramente existía a la hora de hacer una fotografía. La seriedad con la que la gente se tomaba ir a un estudio, ataviados con sus mejores telas, peinados, con ese aspecto limpio, como si fueran de domingo.

La grandeza de Virxilio: su manera de mirar

aprendió a desarrollar un estilo propio que con el tiempo le llevó a aparecer en el libro 'Mis fotos favoritas' de Cartier-Bresson.

A Virxilio le llegaron varias ofertas para trabajar en algunos estudios de fotografía de otras zonas de Galiza, él no las aceptó, prefería la libertad de quien es su propio jefe y podía trabajar "a su aire". Esto, a la fuerza, le hizo desarrollar un estilo propio, lejos de influencias o mandatos.

Sin jefes y con un gusto cada vez más creciente por la fotografía de calle, empezó a realizar cada vez más este tipo de imágenes. Estaba obsesionado por conseguir imágenes nítidas, sin desenfoques, pero para explicarlo nadie mejor que él, atentos a su crítica a Cartier Bresson, simplemente, genial:

Era metódico y riguroso, pese a que le gustaba la fotografía la veía como un medio de vida, por lo que solo hacía fotos bajo encargo, por pedido, rara vez lo hacía, según dice su hija Keta Vieitez, por amor al arte o por hobbie.

Era, que duda cabe, un fotógrafo realista, pero la puesta en escena de sus imágenes nos invita a viajar a un mundo diferente donde se mezcla lo real y lo simbólico, lo evidente con lo metafórico.

La última época

Siguió trabajando hasta los ochenta y murió en 2008. La historia de Viéitez guarda cierta relación con la de Vivian Maier, pero en el caso del fotógrafo gallego la que rescató sus imágenes del olvido fue su hija, también fotógrafa, quien ha documentado, conservado y sacado a la luz el trabajo de su padre, hasta tal punto que en 1998 empezaron los merecidos reconocimientos en la VIII edición de la Fotobienal de Vigo, más tarde en el Museo de Arte Contemporánea MARCO y en en el Museo de Arte Contemporánea MARCO. Además se internacionalizó en la muestra Al gust de Cartier-Bresson en Barcelona, en Ámsterdam y en Nueva York.

Nuestra compañera Gema tuvo la suerte de poder visitar, allá por 2013, la exposición que le dedicó la Fundación Telefónica en la que viviremos una vuelta a la España rural de la década de 1960.

El siguiente es el vídeo completo en el que el maestro habla de su vida, de su trabajo que forma parte del documental emitido por RTVE "La mirada fotográfica capítulo 2."

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