Un cuento de Navidad, Charles Dickens y yo (Primera parte)

Un cuento de Navidad, Charles Dickens y yo (Primera parte)
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Charles Dickens está en mi memoria desde pequeño. La historia que os vamos a contar hoy, basada en el popular cuento Un cuento de Navidad (A Christmas Carol) de Charles Dickens, narra la historia de Scrooge, que en esta adapatación libre se convierte en un fotógrafo algo peculiar.

Como cuenta Charles Dickens al principio de su obra, con este relato hemos procurado despertar al espíritu de una idea sin que provoque en vosotros los lectores malestar con vosotros mismos, con los otros, con la fotografía o con nosotros. Ojalá hechice vuestras pantallas y nadie sienta deseos de pasar página. Sea, pues, este relato un homenaje y una reflexión humilde sobre este hobby, esta profesión tan hermosa que es la Fotografía.

Prefacio

Marley estaba muerto; eso para empezar. No cabe la menor duda al respecto. El cura, el funcionario, el propietario de la funeraria y el que presidió el duelo fotográfico habían firmado el acta de su enterramiento. Ebenezer Scrooge y él habían sido socios durante no sé cuántos años en el único estudio y almacén fotográfico de la ciudad. Cuando surgía competencia ya se encargaba Scrooge de ello bien él mismo, bien algun secuaz que contrataba para el trabajo sucio. Nadie más tenía permiso para captar los pedazos de vida en la ciudad de Coppertown. Y Scrooge se jactaba de ello, proclamándose el mejor.

Maldito Marley mira que medirse en aquel duelo fotográfico rente a ese jovenzuelo venido de fuera y sus artes misteriosas, pensaba. Qué demonios le hizo, se preguntaba Scrooge, que atareado en sus asuntos no había acudido a ayudar a su socio aquella fatídica vez. Le habían contado que Marley había apuntado con su Cann de siempre, pero un problema de autofoco en el último instante unido a la rapidez del delgaducho ése con Mik le habían llevado a la tumba. Marley no logró recuperarse de aquello y eso le llevó a la tumba.

Scrooge era su único amigo y el único que llevó luto por él. Pero a Scrooge solo le interesaba el dinero, el prestigio y la fama de ser el mejor. El mismo día de la muerte de Marley siguió con su trabajo. Poniendo la palabra “oferta” en el material que vendía, ahora más caro, cuando unos días antes lo vendía incluso más barato. Los empleados volaban de un sitio para otro en el gran almacén fotográfico de Scrooge&Marley, un gran local compuesto por la tienda donde se vendía material, el estudio fotográfico y el despacho de Scrooge y Marley. Scrooge pensaba que quién haría ahora las fotos ahora que Marley había muerto, su fiel empleado Cratchy no era ni mucho menos un digno sucesor de Marley y su sobrino Fred tampoco.

“Imbécil”, exclamó en voz alta, al tropezar uno de sus empleados contra él mientras andaba por el local enfrascado estos pensamientos. Marley, su socio, su amigo, había sido el único de los dos que se había molestado, aun con reticencias, en aprender algo de aquel programa que llamaban PTShop así como de comprarse una réflex digital cuando comenzaron a salir. Marley le insistía en que era importante hacer bien el paso de lo analógico a lo digital pero Scrooge no le escuchaba. “Es importante. El mundo evoluciona y debemos evolucionar con él, Ebenezer”, repetía Marley. Tal vez Marley todavía no estaba convencido del todo y pensara que lo digital era una moda pasajera.

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Ebenezer Scrooge se dirigió a su despacho. Atravesó la puerta y la dejó abierta. Se sentó. Desde aquel austero y solitario rincón podía acceder fácilmente al estudio mediante otra puerta situada al fondo de la estancia. Otro capricho más de Marley, maldito idiota, pensó. También podía controlar lo que ocurría en la tienda. Algo interrumpió sus pensamientos procedente de la tienda. Rápidamente se levantó y se dirigió hacia el interior de la tienda.

- Como vuelva a ocurrir -dijo Scrooge, dirigiéndose al empleado que estaba en el suelo recogiendo unas cajas – va a celebrar usted la Navidad con la pérdida del empleo.

- Es usted un buen orador aunque solo eso, querido tío -proclamó una voz procedente de la entrada en el preciso instante en que Scrooge había finalizado su frase. Lo cual permitió al empleado recoger las cajas y desaparecer misteriosamente.

- Mucho mejor que tú, como en muchas otras cosas -añadió Scrooge gruñendo a Fred Honeywell, su sobrino.

- Venga tío, no te enfades. A veces no sé si lo que te disgusta es la muerte de Marley o que quieres seguir como hace 30 años sin darte cuenta que el mundo evoluciona y tú debes evolucionar con él -repitiendo lo que decía Marley – . Vente a cenar por Navidad con nosotros, ya verás, como lo celebramos todos juntos. Además te enseñaré mi nueva cámara CSC y luego algún truco nuevo que he aprendido con el PTShop seguro que eso te alegra.

- No me interesa, sobrino -Scrooge recogió su abrigo y salió por la puerta de Scrooge&Marley sin mediar una palabra más. Los compradores compulsivos que mantenían una fila interminable cual si fueran un gran ejército se detuvieron, se callaron y dirigieron sus miradas hacia Fred HoneyWell, el sobrino de Scrooge. Era la primera vez en años que aquello ocurría. Un viento frío procedente de la puerta de la entrada penetró el local al cerrar la puerta Scrooge de golpe. La gente se sacudió y volvió al traqueteo de la fila. Volvió el ruido.

Durante el frío paseo Scrooge no pensó en nada más, solamente anduvo. Al rato y movido por el frío, metió las manos en los bolsillos, en un gesto instintivo. Palpó algo frío y metálico. ¿Qué era aquello? Sacó las manos de nuevo y contempló aquel pequeño instrumento. Ponía Oly. Sería de Marley, seguro. Se miró el abrigo y se dio cuenta que llevaba el abrigo de su socio fallecido. Con las manos temblorosas por el frío, sin saber porqué, encendió la Oly. Pulsó el menú de diapositivas y vio algunas fotografías que había hecho su amigo. Al ver una foto primaveral en la cual salían los pies de Marley con unos calcetines muy rojos una tímida sonrisa hizo un intento por aparecer en su rostro.

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Sólo fue un segundo. Por un instante, tuvo deseos de ver alguna más pero inmediatamente la apagó. No caería en la tentación de hacer luego alguna toma digital. Siguió paseando unas horas más preocupado por lo que acababa de hacer. No tenía reparos en vender aparatos digitales porque era negocio pero rechazaba de pleno lo digital porque eso no era auténtica fotografía. Cuando regresó a Scrooge&Marley ya había pasado la hora del cierre. Entró. Todos los empleados esperaban impacientes que su temido jefe les permitiera salir hacia sus casas donde les esperaban familia y amigos para celebrar la Nochebuena. Era el 24 de diciembre.

- Están esperando que les deje ir ¿verdad? -preguntó mientras recorría con su mirada uno a uno a sus empleados – Marchen pero sepan que el maltratado soy yo, y no ustedes. Que pago un día de sueldo por un día que no trabajan. Marchen, marchen, no les quiero ver hasta pasado mañana. Usted, Cratchit quédese. Déme el balance de las ventas de hoy.

- Señor, si no le importa …-dijo Bob Cratchit con voz temblorosa.

- Sí, sí me importa. Eso es lo más importante. Dígame las ventas y enséñeme las sesiones de fotografías estúpidas de Navidad que hemos hecho hoy.

Bob Cratchit, era el encargado de la tienda. Junto con el sobrino de Scrooge, de vez en cuando, realizaba las sesiones de fotografías en Scrooge&Marley tras la muerte del socio de Scrooge. Cratchit le enseñó primero las fotografías en el ordenador a sabiendas de que sería mayor problema eso que el balance de cuentas del día, que había ido bastante bien. Había preparado unos montajes con lemas navideños que empezó a enseñarle a su jefe.

- Por dios, ¿Qué ha hecho Cratchit? ¿Está usted loco? Ese maldito sobrino mío tiene la culpa.

- Señor, su sobrino me dio el visto bueno -dijo disculpándose Cratchit.

- Déjelo, déjelo. No quiero excusas. Esto es Scrooge&Marley tenemos un prestigio, somos los mejores. Esos montajes baratos -en ese momento sonaron las campanas de la iglesia cercana y algo pareció removerse en el interior de Scrooge.

- Pero, señor la gente pide eso. Y están bastante …

- Váyase, no quiero verle. Esas horas de pérdida de tiempo se las descontaré de su sueldo. Váyase, que por lo menos conserva su puesto de trabajo, porque me siento bondadoso en estas fechas. Ya miro yo el balance. No quiero verle, venga, váyase.

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Cratchit cogió el abrigo y su bufanda. Recogió la compacta, que había estado cargando, de su mesa. Serviría para hacer unas fotos a su familia durante la cena. Iba ya a salir por la puerta cuando vio el belén de la entrada. Se volvió hacia Scrooge y dijo: “Feliz Navidad, señor Scrooge”. [CONTINUARÁ Mañana día 25]

En Papel en Blanco | ‘Un cuento de Navidad’ de Charles Dickens

En Xataka Foto | Especial de Navidad 2011

Han sido nuestros ángeles de hoy con sus fotografías | Carol Yepes | Jose María Martínez | Ventura Álvarez

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