En nuestra primera parte dejamos a Scrooge en su local, en el momento que su fiel empleado Crtchy le deseaba Feliz Navidad. Es la hora de lleguen los espíritus. Es la hora de reflexionar a través del huraño Scrooge como hemos de ser más humildes y menos pretenciosos ante los demás. Valorar nuestro trabajo como fotógrafos sí, pero sin despreciar el de los demás. Pues muchas sí muchas veces os digo que el don está en la mirada del fotógrafo, también debemos de saber mirar el trabajo de los demás y aprender porque puede ser que nos aporten algo. Es la hora.
Marley
Scrooge tomó su triste cena en su restaurante habitual frente a Scrooge&Marley; leyó todos los periódicos, ya no creía en internet, y se entretuvo el resto de la velada con su libro de cuentas, en papel por supuesto; después se marchó a su casa para estar solo como cada día. Al llegar se quitó la bufanda y el abrigo de su socio. El abrigo que sin saber porqué se lo había vuelto a poner. Dejó las llaves encima de la mesa del salón y acarició a Hassel, su gato. Se detuvo a mirar las fotografías del salón. El ritual de siempre. En ellas se veía a unos jóvenes Scrooge y Marley acompañados de unas máquinas analógicas impresionantes y bonitas mujeres. Eran días de éxito. Pero también fueron tiempos felices. Otras de las fotografías mostraban algunos de los premios que Marley y Scrooge habían cosechado durante su carrera. Entre ellas una muy especial, la del día que recogieron hace quince años el galardón al mejor estudio fotográfico del país.
Estaba pensando en aquel día de victoria cuando le pareció que, el rostro de Marley, el rostro que estaba en la fotografía, le decía algo. Al menos los labios se habían movido. Se frotó los ojos y volvió a mirar. Marley estaba ahí de pie impasible junto a él y el premio. Como son las fotografías. “Debo de estar soñando, es imposible”, se dijo. Se sentó un rato en el sillón mirando desde allí la fotografía del premio. La cabeza empezó a caerle hacia el hombro por culpa del sueño. Tras una breve cabezada, se levantó y vio de nuevo el rostro de nuevo de Marley que, desde la fotografía, le decía esta vez claramente su nombre: “Scrooge”.
- No puede ser, estoy soñado -dijo tratando de autoconvencerse.
- Scrooge, viejo amigo.
- ¿Quién eres? -preguntó al tiempo que se había levantado hacia la fotografía.
- Pregúntame quién fuí.
- ¿Quién fuiste?
- En vida yo fui tu socio: Jacob Marley
- Imposible. Jacob está muerto.
- Entonces como sabría, si no fuera Jacob lo de la fotografía que viste esta tarde. La hice yo. La de los calcetines rojos. Pero al ser un espíritu sé muchas más cosas. Sé lo de la sonrisa que estuvo a punto de aparecer en tu agriado rostro.
Scrooge no supo qué contestar a aquello. Volvió a sentarse en el sillón apesadumbrado y desconcertado por lo que aquel extraño ser, que decía ser su socio, le había contado.
- Estás encadenado. -dijo Scrooge tembloroso – . Cuéntame por qué.
- Arrastro la cadena que en vida me forjé, -repuso el fantasma – . Yo la hice, eslabón a eslabón, por mi propia voluntad me la ceñí y por mi propia voluntad la llevo. ¿Te resulta extraño el modelo? Hay una preparada para ti. ¡Escúchame! -exclamó el fantasma – . Mi tiempo se acaba. Te visitarán esta noche 3 espíritus. Del pasado, del presente y del futuro de la Fotografía. Escúchalos, aún estás a tiempo. Yo no supe cambiar al final.
El Espíritu de la Fotografía Pasada
Y dichas aquellas palabras el espíritu de Jabob Marley desapareció. La fotografía del premio volvía a reflejar la quietud de la propia instantánea y la felicidad de aquel momento en que los socios fueron ganadores para el mundo. Sin embargo, Scrooge estaba asustado, muy asustado. Sin darle tiempo a Scrooge para recuperarse de la sorpresa, una nueva sombra apareció.
“Soy el Espiríru de la Fotografía Pasada. Ven conmigo”, dijo una voz muy tenue. Scrooge obedeció y agarró la mano del espíritu. Le extrañó poder hacerlo pero le preocupaba más no caerse. En un instante había pasado de pisar el suelo a ¡estar volando! El espíritu le fue mostrando como aprendió a manejar su primera cámara analógica con su padre y lo feliz que era. Cuando conoció a Marley en el colegio. Cuando ambos peleaban por hacerse un hueco para tener el mejor encuadre y después se iban a tomar algo juntos. El espíritu le mostró el laboratorio revelando las fotografías de su amigo. Las últimas fotografías de Marley. Bueno, no las últimas. El espíritu le señaló el bolsillo. Scrooge recordó la Oly. Sonrió. Esta vez sí. El espíritu giró en el aire y arrastró a Scrooge hacia otro lugar. Pudo verse a sí mismo observando uno de los primero modelos de cámara digital y diciendo que aquello era una bobada. Al tiempo giró, y, como si fueran algunos años más, hacia el otro lado su sobrino se afanaba delante de un ordenador con una imagen digital. Scrooge torció el gesto. El espíritu dio la vuelta y llevó a Scrooge al principio.
El Espíritu de la Fotografía Presente
Un ronquido levantó del sueño a Scrooge. Y ahí estaba él o ella. No sabría decir bien. Tampoco sabría decir , más bien gris. “Soy el Espiríru de la Fotografía Presente. Ven conmigo”, dijo el nuevo espíritu, con voz ronca pero fuerte. Esta vez se agarró fuertemente y el vuelo resultó ser algo más agradable. Mientras volaban el espíritu le enseñó los laboratorios donde se diseñaban las réflex digitales, el lugar donde desarrollaban aquel maldito programa que no quería ni nombrar, así como un gran observatorio astronómico donde la fotografía digital era la gran protagonista. A continuación le llevó de paseo por varias galerías y museos de los más importantes del mundo donde se dio cuenta sin querer de que crear una imagen era lo importante, que daba igual cuál fuera el proceso si el resultado final funcionaba. Como siempre había defendido. Como siempre hasta que llegó la revolución digital. Scrooge torció el gesto. El espíritu dio la vuelta y llevó a Scrooge al principio.
El Espíritu de la Fotografía Futura
Esta vez fue el frío del viento lo que despertó del sueño a Scrooge. Y ahí estaba ella. Esta vez no había duda. El espíritu erea una hermosa mujer. “Soy el Espiríru de la Fotografía Futura. Ven conmigo”, dijo el nuevo espíritu, con voz era suave y encantadora. Rápidamente llegaron a un funeral. Numerosos fotógrafos parecía que acudían, debía de ser alguien famoso. Al parecer así era. Rápidamente acabó la ceremonia. Scrooge se había dado cuenta mientras que más que alguien famoso debía de ser alguien del mundillo fotográfico. Sí. Debía de ser así. Aunque no logró adivinar quien sí algunas caras le resultaban familiares. Tras ello, consiguió ver como el grupo de fotógrafos se detenía al lado de otra tumba. Una que parecía estar apartada. Esta vez sí vio el nombre: Ebenezer Scrooge. Los fotógrafos que se habían parado no hacían más que maldecir su nombre y soltar improperios. Cuando estaba a punto de gritarles todo cmabió y de repente estaban en Scrooge&Marley. El espíritu le indicó que le siguiera. Un poco sucio estaba, o eso parecía. Vio en el despacho a su sobrino. No parecía feliz si no todo lo contrario. Adivinó a ver un balance y vio que la empresa estaba en la ruina, al tiempo que su sobrino decía:“Ah, tío si me hubieras hecho caso. Mira las deudas que nos has dejado ¿qué vamos a hacer?” El espíritu le miró y señaló hacia el horizonte, volvió a ver su tumba. Scrooge torció el gesto. El espíritu dio la vuelta y llevó a Scrooge al principio.
Final
Cuando Scrooge despertó, pegó un saltó y estaba a punto de defenderse cual karateca cuando se dio cuenta que ya era de día. Estaba vivo. Era el 25 de diciembre, el día de Navidad. Había sido solo un sueño o tal vez no. Pero Scrooge había tomado una decisión. Había decidido “abrir” su negocio, nada de acabar con la competencia mediante jugarretas. Y así, mientras gateaba, aún tembloroso, para salir de la cama, Scrooge repetía: “Viviré la fotografía en el Pasado, el Presente y el Futuro. Cada época tiene su parte buena. El mundo evoluciona y debemos evolucionar con él”, repetía excitado una y otra vez. “Los tres espíritus del tiempo me ayudarán. ¡Marley viejo amigo!”. Y así desde aquel día Scrooge fue un buen jefe para sus empleados, un reputado fotógrafo del país y muy reconocido por sus compañeros no solamente por ser buen profesional si no además por su gran talla humana. A partir de aquel día también empezó a reparar las tropelías que había cometido con su compañeros de profesión y disculpándose con cada uno de ellos. A partir de aquel día fue un sengundo padre para su sobrino y empezó a escuchar sus ideas. A partir de aquel día que fue algo más humilde, todo cambió. “Feliz Navidad”.
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