La pregunta que todos nos hacemos cuando invadimos la intimidad retratando personas sin su consentimiento se ha puesto del lado del fotógrafo en un caso concreto acontecido en EEUU. Allí una familia denunció al autor de unas fotografías presentadas en una exposición donde ellos aparecían como sujeto de las mismas.
El fotógrafo había estado tomando fotografías de sus vecinos, de incógnito y a través de la ventana, con la intención de retratar las costumbres del ser humano en su día a día, de una manera global y sin querer focalizar la atención en el protagonismo individual de los fotografíados. Precisamente y por esa cuestión, unido a que las instantáneas se convirtieron automáticamente en obras de arte al estar expuestas en una galería y que no habían sido utilizadas con fines comerciales ni publicitarios, la sentencia dictaminó en favor del fotógrafo.
Todo ésto me recuerda a una de las preguntas que le hicimos a Fosi Vegue en la presentación de su fotolibro "XY XX" donde, aunque sí es cierto que la presencia humana es mucho más difusa que en las fotografías de Lensman Arne Svenson, no deja de ser tema de debate esa línea que traspasa el arte de la privacidad de una persona.
Es un tema que, aunque por sentencia se de la razón al autor de las fotografías, no deja de ser objeto de cuestiones. Cada vez son más quienes, en la calle, se tapan o intentan escapar de la mirada del fotógrafo. Pero, ¿es necesario ocultar la intimidad de nuestro hogar con persianas para evitar objetivos indiscretos?
Aquí cada cual pone los límites de hasta dónde está dispuesto a enseñar (en el norte de Europa nos encontramos ventanales totalmente al descubierto), pero también, poniéndonos en nuestra posición de fotográfos, ¿existen barreras que nos podemos saltar? Que cada uno saque sus propias conclusiones.
Vía Daily News Fotografía "La ventana indiscreta", Hitchcock
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