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¿Los fotógrafos no podemos hacer fotos?

¿Los fotógrafos no podemos hacer fotos?

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¿Los fotógrafos no podemos hacer fotos?

Cada vez tenemos más problemas a la hora de hacer fotografías. Desde hace unos años, el fotógrafo se está convirtiendo poco menos que en una persona non grata en muchos lugares. En el siglo de las imágenes, ser fotógrafo casi es sinónimo de ser poco menos que una persona no recomendable. Y solo por llevar una cámara al hombro.

Con el paso del tiempo, los fotógrafos estamos viviendo una serie de limitaciones que cada vez nos complica más nuestro trabajo. Seguro que todos los lectores tenéis más de una y más de dos anécdotas sobre el tema. Y la verdad que cada vez se está volviendo más y más preocupante. Muy pronto nosotros solo podremos trabajar o entretenernos en nuestro estudio privado. Y para no alargarme en el tema, voy a centrarme en el entorno aficionado.

Muchos de los grandes fotógrafos españoles del siglo XX han sido aficionados. Podemos mencionar a Gabriel Cualladó o a Joan Colom... Nunca se dedicaron profesionalmente pero dejaron algunas de las imágenes más significativas de un tiempo que se fue. Caminaron con su cámara por sus ciudades, sus barrios y encontraron su mirada. Ahora podemos saber cómo era la vida entonces. Lo agridulce que era la vida en el barrio chino de Barcelona o la dura espera del tiempo en las estaciones de trenes o en la calle. Gracias a ellos (y a muchos profesionales) conocemos las costumbres pasadas.

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Porque la fotografía sirve para documentar la vida, para dejar reflejo de la sociedad que le tocó vivir a cualquier fotógrafo. Esa es la función de cualquiera de nosotros. ¿O no nos quedamos impresionados todos cuando vemos los álbumes de nuestros padres cuando les vemos con esas ropas y esos peinados que entonces estaban de moda? ¿Cuándo vemos cómo eran las calles, los coches de aquellos tiempos?

La fotografía ya no es bien recibida

Antes ver una cámara era motivo de fiesta. Todos se acercaban. La mayoría quería su recuerdo, estar ahí, al otro lado del objetivo. Sonreír para recordar los momentos felices. Que al fin y al cabo es lo que queremos ver cuando abrimos esas viejas historias. Pero hoy todo ha cambiado, ya nada será igual. En el futuro todo se quedará reducido al ámbito privado. Solo verán (si nuestros nietos son capaces de abrir nuestros discos duros) el interior de las casas e imágenes en las que no hay gente, si acaso de espalda.

Eso sí, si alguien está guardando todas las grabaciones de las cámaras de seguridad, seguramente podremos ver cada segundo de nuestra vida mientras cruzábamos las calles. Sin embargo, hoy en día los fotógrafos casi no podemos sacar ni una fotografía sin que cada vez se nos mire peor o nos recriminen por ello.

En la época en la que la sociedad saca más fotografías, gracias a los móviles, cada vez más está prohibido hacerlas. En muchos lugares un fotógrafo es identificado como un peligro público, una figura no deseada. Incluso en algunas ciudades, como Londres, allá por el año 2010, decidieron que alguien con una cámara era lo más parecido a un terrorista... desconozco si la situación sigue igual (en mi última visita no tuve problemas, es verdad).

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Otro lugar en el que la cámara no está bien vista

En mis paseos fotográficos, en el último mes, he sentido ese rechazo de una forma muy clara. Es el cambio de los tiempos. Y algunos de los colaboradores de esta página también lo han sufrido en sus propias carnes. Voy a poner varios ejemplos:

  • En la basílica de San Francisco el Grande está prohibido hacer fotografías. Un cartel bien grande a la entrada nos lo recuerda. Tiene la tercera cúpula de mayor diámetro de la cristiandad, pero poca gente la conoce. Entiendo que no se pueda disparar durante las celebraciones, pero el resto del tiempo no tiene sentido. Su titularidad corresponde a la Obra Pía de los Santos Lugares de Jerusalén, organismo autónomo dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación.
  • En el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofia está prohibido hacer fotos justo en las salas de la segunda planta, donde se encuentra el Guernica. Los vigilantes están pendientes constantemente de que nadie se le ocurra disparar con su máquina. ¿Cuál es la explicación?
  • En la estación de Atocha, en la calle, desde donde se ven las vías al lado de las esculturas de Antonio López, siempre se han hecho fotografías. Los turistas que llegan del AVE sacan sus móviles para plasmar uno de los mejores trabajos del arquitecto Rafael Moneo. Sin embargo el otro día un policía directamente me cogió del brazo y me expulsó del lugar porque sí. Sin explicaciones... me contenté con ver más tarde la zona con calma en Google Maps... (hay que evitar discutir).
  • Un compañero, probando una cámara por la calle, tuvo un percance con un vigilante que le impidió hacer una fotografía de uno de los edificios de una compañía telefónica desde la vía pública.
  • En muchos bares de uno de los pueblos más hermosos de España, Ciudad Rodrigo, encontramos antiguas fotografías de la pesquera, el lugar donde los mirobrigenses alivian el calor estival... Allí voy con mis hijas pero las cámaras ya no están bien vistas...
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Lugar prohibido

Podría seguir contando mil historias más pero seguro que vosotros tenéis más todavía... El fotógrafo se ha tornado para muchos en una figura maligna, con oscuras intenciones. La sociedad ha empezado a tener miedo de alguien con una máquina. La primera impresión es que es malo, que con las fotografías va a hacer algo inconfesable, como contar cómo ve la realidad.

En un taller, un abogado nos contó que si no queríamos problemas lo mejor era hacer fotografías de flores. Pronto no seremos bien recibidos en las calles. Y pienso que hacer fotos no es el problema, sino el contexto en el que se presenten. Estamos en un punto en el que ya no será posible la fotografía humanista, el grupo AFAL, el trabajo de Doisneau, Cartier Bresson...

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