Ha muerto Joan Colom. Se ha ido uno de los grandes fotógrafos. Uno de sus trabajos, el más conocido, el que le hizo dejar la fotografía, está reconocido como uno de los más importantes de la historia. Es el momento de recordar al fotógrafo que se dedicó, ni más ni menos, a hacer la calle, el gran Joan Colom.
Hay muchas formas de escribir un artículo de un fotógrafo recién fallecido. Uno se puede limitar a los datos biográficos tales como la fecha de nacimiento, el lugar donde sus padres le trajeron al mundo y sus grandes hitos. La verdad es que queda muy bien y es algo fundamental. Pero no dejan de ser artículos fríos más parecidos a una enciclopedia que a otra cosa. Siempre que puedo prefiero escribir de otra forma, sobre todo cuando se trata de recordar el trabajo de Joan Colom, porque de su personalidad no tengo que contar pues no tuve la fortuna de conocerle.
Todo lo que diga serán puras referencias más propias de ese artículo enciclopédico imaginario del que he hablado. Pero en el caso de Joan Colom no podemos separar su procedencia de su obra. Es un fotógrafo de Barcelona que fotografió su ciudad como nadie lo había hecho ni lo hará. Esa bella Barcelona llena de vida ha desaparecido. Ya no queda ni rastro de ella.
Pero no trabajó con la idea de juzgar lo que veía. Podría decirse que lo que consiguió fue porque era su hogar, su camino al trabajo, lo que veía día tras día. No necesitaba salir a buscar lugares exóticos porque la inspiración estaba ahí, en el camino al trabajo o a la churrería los domingos. Esta es una de las grandes lecciones que nos ha dado Joan Colom.
La fotografía está a la vuelta de la esquina
Para los que no conozcáis su trabajo os hablaré de él. En 1961 presentó La calle en una sala de Barcelona. Tuvo bastante polémica pero su fama definitiva llegó cuando el escritor Camilo José Cela partió de las fotografías para el libro Izas, rabizas y colipoterras. El problema fue que a raíz de dicha publicación, nuestro fotógrafo se vio envuelto en una agria polémica que le llevó a separarse de este mundo durante más de veinte años. La historia no la sé con exactitud pero en los mentideros siempre hablan de una señora que aparece en las imágenes que no era ni una iza, ni una rabiza ni mucho menos una colipoterra. Y que sí que tenía amigos importantes.
A través de mi amigo y también fotógrafo Oriol Maspons, que tenía relación con la editorial Lumen, al frente de la cual se encontraba Esther Tusquets. Ella se puso en contacto con Cela. Fotografié el entorno global del Barrio Chino y presenté mi colección. No conocía a Cela. Él realizó un texto sobre esas fotografías y se refería a algunas de las personas que aparecían retratadas. El libro se inspiró en mis fotografías; yo no ilustré el libro de Cela.
La técnica que utilizó para fotografiar a la gente de la calle, a las prostitutas y sus clientes, es harto conocida. Con una Leica M2 escondida en la mano, disparaba a ciegas. Veía el momento y disparaba. Además no era un extraño en el barrio. Todas las semanas estaba ahí. Y durante los fines de semana sacaba a pasear la cámara para contar cómo era El Raval. Nadie se daba cuenta, nadie se molestaba. La pura vida.
Y ese es el valor de su gran trabajo, del que todos tenemos que aprender. La buena fotografía está a la vuelta de la esquina, en los lugares que conoces, en tu barrio. No hay que viajar a sitios imposibles, ni frustrarse por el equipo, ni perderse en el conceptualismo mal entendido. La realidad es suficientemente hermosa si sabemos verla. Y Joan Colom fue capaz de ver los bajos fondos sin ánimo de ofender, sin crítica, consciente de ser parte de lo que fotografía.
Su vida después de La calle
Joan Colom desapareció durante veinte años del mundo de la fotografía. Harto, con miedo, con odio, ira, vergüenza o dios sabe qué. Pero su trabajo quedó para siempre en la retina de los que aprecian el buen trabajo. Muy pocas veces alguien ha conseguido reflejar la vida de semejante manera. Quizás A. Petersen.
Esta retirada voluntaria le hizo perderse de la memoria de los espectadores. Ya en pleno siglo XXI empezaron a reconocerle con los premios más prestigiosos del gremio como el Premio Nacional de Fotografía de 2002. Lo más importante es que no era fotógrafo profesional. Y que tras su agria polémica abandonó toda esperanza de serlo.
Volvió a coger la cámara mucho más tarde. Se atrevió incluso con el color para sacar adelante la vida de Barcelona después de los Juegos Olímpicos, cuando cambió todo para la ciudad que le vio nacer. Es un autor que merece estar en todos los libros de historia de la fotografía. Quizás ahora podemos hacerle un homenaje y correr a nuestra librería más cercana para comprar cualquier libro con sus fotografías, desde el maldito libro de Cela (imposible encontrar una primera edición) o la retrospectiva Yo hago la calle. Joan Colom, fotografías 1957-2010 del MNAC. DEP.
En Xataka Foto| Ha muerto Joan Colom, uno de los renovadores de la fotografía de la posguerra