La fotografía es una de esas aficiones que, cuando te sumerges de lleno en ella, se transforma en una auténtica pasión. Lo único que puede impedir que un aficionado novel disfrute al máximo esta experiencia desde el primer momento en que se pone a los mandos de su cámara digital es que no obtenga los resultados esperados.
Tomar buenas fotografías no es difícil. Recrear obras maestras sí lo es, de hecho, como cualquier otra forma de expresión artística, las auténticas obras maestras solo están al alcance de un puñado de fotógrafos dotados de algo que los hace especiales. Por fortuna, tomar instantáneas bien ejecutadas está al alcance de cualquiera si tenemos presentes varios consejos que todos los fotógrafos debemos «grabarnos a fuego en nuestro ADN».
1. Planifica tu fotografía
Analiza la escena que quieres capturar e imagina cómo te gustaría que quede tu foto. Cuando seas capaz de «ver» en tu mente tu instantánea, recapacita acerca de los ajustes que debes llevar a cabo para que las condiciones de exposición te permitan obtener ese acabado. Grosso modo, debes determinar qué profundidad de campo quieres conseguir, qué abertura del diafragma te va a permitir obtenerla y qué tiempo de exposición es el adecuado para que la fotografía quede bien iluminada.
2. Elige la mínima sensibilidad
Los sensores que utilizamos actualmente en las cámaras digitales nos permiten seleccionar un valor ISO que puede oscilar en un rango determinado. Sin embargo, la sensibilidad real del sensor suele coincidir con el valor ISO más bajo, que, además, es el que genera menos ruido. Por esta razón, a menos que las condiciones ambientales lo exijan de una forma estricta o tengamos que tomar fotografías a objetos que se desplazan con mucha rapidez, es recomendable disparar usando el valor mínimo.
3. Habilita la temperatura de color apropiada
Si almacenas tus instantáneas en formato RAW, no importa cómo ajustes el balance de blancos, pues estos ficheros son independientes de la temperatura de color (podrás elegir la adecuada cuando proceses tus fotografías con la aplicación apropiada). Sin embargo, si disparas en JPEG es esencial que elijas la temperatura de color apropiada, pues, de lo contrario, tus tomas adolecerán de unas dominantes que resultan muy difíciles de corregir totalmente con el software de edición fotográfica.
4. Dispara en RAW, si puede ser
Este formato recoge toda la gama de tonos que el sensor es capaz de percibir, y, además, los ajustes de temperatura de color, saturación, espacio de color, contraste, etc., resultan irrelevantes al tomar las fotografías. Podrás elegir los parámetros adecuados a posteriori, durante la conversión de formato.
5. Selecciona la máxima calidad en JPEG
Cuando tomamos nuestras fotografías en este formato, la propia cámara aplica a la información que procede del sensor (que no es otra cosa que el torrente de datos RAW, incluso, aunque la cámara no contemple la grabación en este formato) los ajustes que hayamos indicado (temperatura de color, contraste, saturación, etc.). Después, somete estos datos a un algoritmo de codificación a formato JPEG, y a un procedimiento de compresión con pérdida de calidad. Por esta razón, es importante que, a pesar de que ocuparán más espacio, habilitemos la codificación JPEG de la máxima calidad.
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