Mucho del progreso en nuestra profesión viene de la práctica. Lograr identificar cuáles son esos aspectos que debemos mejorar, descubrir nuevas formas de llegar a un resultado y experimentar constantemente para hallar elementos que complementen nuestro estilo. Una práctica que es importante es la exploración de edición y gradación de color.
Al laboratorio
Elegimos la gradación de color como la primera práctica ya que es de las más sencillas de aplicar a nuestro día a día. Al igual que el ejercicio, el tomar la costumbre de realizarlo todo los días nos ayuda a ir creando un músculo fotográfico.
Para realizar esta práctica es tan fácil como revisar las fotografías que tenemos en la biblioteca o capturar nuevas si creemos necesario para acompañar ambientes con la idea de color que tenemos en mente. Lo importante es que todos los días le dediquemos una hora a probar distintos ajustes a nuestras imágenes; consiguiendo probar estilos, reajustando ambientes o simplemente viendo límites de modificación que se pueden tocar.
Como guía, se puede pensar en referentes cuyos estilos son interesantes para intentar emular. Pensar en cosas como: ¿Cómo consigo los colores de _ _ ? ¿ Qué tal si experimento _ _ proceso de blanco y negro?
Podemos dedicarnos una semana entera a experimentar jugar con la piel. Ver qué tanto modificamos la piel y se siente natural. Ver cómo llevar los tonos a un estilo más de fantasía. Ver si podemos equilibrar la imagen aunque nos vayamos de los rangos de naturalidad.
Lo mismo podemos hacer con paisajes. Ver distintas combinaciones que nos ayuden a identificar los tipos de cielo que nos gusta. Conseguir los tonos del follaje que emulan un look analógico.
En fotografía de producto podemos experimentar con conseguir distintas armonías de color para ver cómo se modifica la lectura de la imagen. ¿Resalta más el objeto si llevamos la imagen a una paleta complementaria o si utilizamos una paleta análoga?
Que practicar la gradación del color sea la práctica diaria que agregamos a nuestra rutina en 2019.