Es uno de los debates más viejos de la fotografía. Parece que en el estudio no queda más remedio que preparar la imagen pero en la calle la cosa se complica. ¿Se debe escenificar o toca esperar a que algo pase para fotografiar? Cada uno tenemos nuestra propia teoría. ¿Es importante saberlo?
Una de las fotografías más importantes de Robert Doisneau, el famoso beso del ayuntamiento es una escena preparada. Todo el trabajo de Eugene Smith en Deleitosa está escenificado una y otra vez hasta conseguir el disparo perfecto de una serie ejemplar para explicar el ensayo fotográfico. Pero todos conocemos la obra de otros fotógrafos que capturaron el instante justo en el momento preciso. Captaron la realidad cuando pasaba por delante de sus ojos porque tuvieron suerte o porque estaban preparados: Cartier Bresson en la India, Bruce Gilden en sus calles de Nueva York, José Manuel Navia en Cuenca...
Pero voy a lo que realmente es que si es importante saber o no cómo se hizo la fotografía. ¿Aporta algo? ¿Tiene más valor o menos una imagen preparada u otra encontrada? Como siempre he creído, hay que hablar de lo que se conoce, así que pondré como ejemplo fotografías mías. Jamás diré si están preparadas o no. Es algo que me guardo para los que pregunten.
La fotografía callejera preparada
Sales a la calle día tras día. O casi seguro los fines de semana cuando tienes tiempo o no tienes compromiso alguno. La luz no te gusta, el lugar que has elegido no te inspira, estás realmente cansado... Nada parece augurar un buen disparo para ese momento que estabas esperando desde el comienzo de la semana.
Así que decides aprovechar que estás acompañado de tu familia, o de un par de buenos amigos, para preparar una escena... Alguien bajando por esa cuesta o espantando a las palomas. Y resulta que lo que ves por la pantalla te gusta. Insistes un poco más, mejoras la exposición, el encuadre y ya tienes una foto perfecta.
O simplemente sales con una idea en la cabeza y planificas todo para conseguirlo, como si tuvieras una suerte de PhotoPills para fotografía callejera. Os sorprendería descubrir cuántas imágenes famosas están hechas de esta manera.
También puede pasar lo siguiente. Un fotógrafo encuentra un momento que le fascina pero no tiene la cámara lista. Detiene al protagonista y le pide que lo vuelva a hacer. Entonces el momento puede pasar a la historia o considerarse uno de los mejores trabajos del fotógrafo en cuestión.
Y si esto pasa la gente, la masa, se emociona y quieren ser como él, hacer lo mismo. Pero ay de aquel al que le descubran que no es espontáneo. Robert Doisneau acabó odiando su fotografía más famosa al tener que confesar que eran actores pagados.
En cierto modo, si trabajamos así, no podemos evitar sentirnos más directores de cine que fotógrafos. Todo tiene que estar perfecto para comunicar lo que sentimos. Y si eso implica violar a la realidad, no hay problema alguno porque estamos contando las cosas según nuestro punto de vista.
La fotografía callejera espontánea
Cuando nos ponemos a practicar todos nos queremos parecer a Cristina García Rodero, a Alex Webb, al propio Bruce Gilden si perdemos la vergüenza y el decoro... Sus fotografías son pura verdad, realidad atrapada al tiempo, fruto de un ojo avizor siempre pendiente de lo que pasa delante de sus ojos.
El único secreto de este tipo de fotografías no es otro que el tiempo. Dedicarle horas y más horas, gastar más suela de zapato que tarjetas de memoria. Pero no basta solo esto.
También tenemos que aprender a mirar. Anticiparse como un jugador de ajedrez a lo que puede llegar a pasar si te sitúas en una esquina u otra. Ver la luz que necesita una fotografía o darse cuenta de que la luz es lo último que importa ante lo que está pasando delante de tus ojos. Son años de aprendizaje por los que muchos no pueden (o no quieren) pasar. O simplemente su batalla es otra.
Este tipo de fotógrafo no es mejor ni peor que el otro. Solo ha escogido un camino distinto para llegar a un mismo sitio: una buena fotografía. Puede que sus imágenes estén más desenfocadas, quizás un poco trepidadas por apurar hasta el último minuto de la luz del sol. Pero son imágenes que te llegan al corazón.
Para el debate
Antes he adelantado lo que pienso. Lo que importa es conseguir una buena fotografía. ¿Qué importa cómo la hemos conseguido? Mientras no se mienta, todo es posible. Y hay muchas formas de contar la verdad. Hay una historia de un monje que al ser preguntado si había visto al rey en una situación comprometida metió las manos en sus mangas diciendo que justo por ahí no había pasado... pues lo mismo pueden hacer algunos fotógrafos.
Una fotografía es nuestra verdad. Es subjetiva. Y lo que queda en la retina es lo que se ha conseguido y lo único que cuenta. Ojo, solo estoy hablando de la fotografía callejera. Jamás hablaría igual de una fotografía periodística. Es otra historia en la que lo que se pide es que me muestres tu forma de ver la realidad, no que la alteres.
Al fin y al cabo cada uno vemos la calle de una manera. Unos nos encontramos las cosas, otras veces las buscamos. Y puede que algunos cambien las cosas para contar lo que les gustaría ver. El juego podría ser descubrir si alguna de las fotografías que ilustran el artículo las vi o las escenifique (otra historia es que sean buenas)... Al final queda la imagen.
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