La fotografía deportiva y de acción normalmente suele considerarse entre las más complicadas por varias razones. Entre ellas la necesidad de contar con un equipo de cierto nivel, la habitual dificultad para un simple aficionado de acceder a determinados deportes y una técnica que requiere de cierta habilidad.
Sin embargo, se trata de una disciplina muy interesante para perfeccionar nuestras capacidades fotográficas, mejorar nuestra habilidad al manejar el equipo con rapidez y soltura y aprender a anticipar los acontecimientos para disparar en el momento justo. Aptitudes que nos puede venir muy bien para aplicar en otros géneros, por lo que practicar este tipo de fotografía puede convertirse en un buen entrenamiento.
Además, ni la técnica es realmente complicada (es más bien cuestión de práctica), ni el equipo necesario tan inasequible (puede bastar con uno bastante básico), y el inconveniente del acceso restringido puede ser soslayado con facilidad si nos centramos en deportes minoritarios o competiciones de nivel infantil o aficionado. Así, nos proponemos contarte algunos trucos y recomendaciones para que seas capaz de enfrentarte con solvencia a la fotografía de acción y deportes.
El equipo aconsejable
Teleobjetivo
Nuestro primer consejo seguro que no te pilla desprevenido: el uso de un objetivo de distancia focal larga, más popularmente conocido como teleobjetivo, para capturar fotografías de este tipo. Y es que, evidentemente, la acción suele desarrollarse a una cierta distancia del fotógrafo (a veces incluso muy lejos), y eso hace necesario el uso de este tipo de ópticas que “acercan” la imagen.
Sin duda, la imagen de un fotógrafo deportivo cargado con un enorme teleobjetivo es una de las más típicas de la profesión de periodista deportivo, aunque resulta un poco engañosa. Los novatos tienen tendencia a pensar que estos objetivos tienen distancias focales estratosféricas, fuera del alcance de un fotógrafo simplemente aficionado, pero lo cierto es que para nada es así.
Es verdad que hay objetivos por encima de los 400 milímetros, pero lo habitual es que no superen esta cifra y la diferencia respecto a esos enormes objetivos profesionales está en su luminosidad. Así, aunque es cierto que los teleobjetivos suelen ser voluminosos con respecto al resto de ópticas, si su luminosidad es normal no tienen porqué ser tan grandes. Buen ejemplo es este Tamron 100-400 mm f 4,5-6,3 Di VC USD que probamos hace poco.
Por otro lado, tampoco es necesario llegar a esas distancias focales. Con un simple teleobjetivo de 200 mm, tal vez uno de esos populares zoom 70 u 80-200 mm, ya se pueden conseguir resultados interesantes en el campo de los deportes y la acción. Es más, depende de la situación, es posible que ni siquiera nos haga falta usar un teleobjetivo porque tengamos la acción cerca, aunque sin duda es aconsejable emplear uno en la mayoría de ocasiones.
Teleconversor
También conocido como teleconvertidor, se trata de un dispositivo óptico que se sitúa entre el objetivo y la cámara y permite aumentar la distancia focal de acuerdo a un factor de conversión que suele ser entre 1.4 y 2.0x. Es decir, si utilizamos uno como este último con una óptica de 200 mm la distancia focal pasaría a ser de 400 mm.
Se trata por tanto de un elemento más que interesante para este tipo de fotografía, por su utilidad, pequeño tamaño y bajo precio (en comparación con lo que cuestan los objetivos), aunque también tiene inconvenientes. Básicamente que pueden repercutir en la calidad de imagen (si no es de buena calidad) y, sobre todo, que suponen una merma de luminosidad, de al menos un diafragma, lo que suele ser bastante importante para este tipo de tomas.
Por cierto que esto nos recuerda que, a la hora de usar cualquier objetivo, incluido los de tipo tele, no debemos olvidar que su distancia focal depende del tipo de sensor que tenga nuestra cámara. Es decir, si estamos usando uno de tamaño APS-C tendremos que multiplicar su distancia focal por un factor 1.5x (como norma general, porque depende de las marcas). Esto supone una ventaja en el caso del tipo de fotos que estamos tratando, porque un tele de 70-200 mm como el que citábamos se convertirá en un 105-300 mm.
Trípode o monopié
Aunque (como vamos a ver a continuación) procuremos utilizar velocidades de obturación altas para congelar la imagen, nunca estaremos exentos de que se produzca un movimiento de la propia cámara especialmente cuando estamos utilizando teleobjetivos, que como venimos diciendo suelen ser grandes y pesados. Por eso, para estos menesteres es recomendable utilizar un trípode o monopié.
Estos accesorios no solo contribuyen a aumentar la estabilidad de la imagen sino que también nos liberan del peso de los objetivos más grandes que pueden convertirse en un estorbo. Pensad en esos fotoperiodistas que tienen que mantener sus cámaras y enormes teleobjetivos preparados durante los 90 minutos que dura un partido de fútbol para no perderse un detalle. Por eso este tipo de profesionales siempre suele ir armado con un monopié, una clase de trípode específico diseñado para ofrecer movilidad al tiempo que estabilidad.
Por supuesto, también tenemos el recurso del estabilizador de imagen que suele venir incorporado en muchos cuerpos de cámara y objetivos. Su uso suele ayudar a eliminar trepidaciones en el entorno de los dos a cinco pasos de luz (lo que prometen modelos más avanzados como la Sony A7 III), pero lo cierto es que en fotografía deportiva su uso es solamente un apoyo.
La técnica esencial
Una vez desgranado el equipo básico, pasamos ya a la técnica necesaria para conseguir buenas fotografías de deporte y acción. O, mejor dicho, a las técnicas porque realmente no hay una manera única de hacer estas tomas como vamos a ver a continuación.
Porque si algo predomina en este tipo de instantáneas es la acción y, como os contábamos hace poco, hay diversas maneras de reproducir el movimiento. La opción más clásica es detenerlo pero también se puede reproducir de alguna manera, y estas son, básicamente, las opciones que puedes elegir en fotografía deportiva y de acción.
Congelando el movimiento
Es la manera más habitual de hacer fotografías de deporte, porque lo tradicional es que las fotos capten un instante detenido en el que, muchas veces, se aprecian gestos y situaciones que posiblemente son difíciles de ver de otra manera.
Congelar el movimiento es bastante sencillo como ya sabrás: Basta con utilizar velocidades de obturación altas, a partir de 1/250 seg, aunque depende mucho del movimiento en cuestión y la situación de la cámara respecto al sujeto. Así, es factible detener un movimiento usando 1/125 seg si el sujeto no va muy rápido y se mueve en el eje de la imagen. Sin embargo, si es rápido y el sujeto se encuentra perpendicular al eje de la cámara, seguramente necesitaremos velocidades de 1/500, 1/1000 seg o incluso más.
Con estas velocidades además de detener el movimiento del sujeto en sí nos aseguraremos de que no haya trepidación de la imagen por culpa de nuestra propia mano sujetando el equipo, algo bastante delicado hablando de distancias focales elevadas. Así, conviene recordar esa norma que dice que la velocidad del obturador debe ser inversamente proporcional a la distancia focal utilizada (ya sabes, 1/200 o 1/250 de segundo para distancias focales de 200 mm).
Para asegurarnos de utilizar estas velocidades es recomendable utilizar modos de exposición semiautomáticos. Podemos o bien elegir el modo de prioridad al obturador (S), con el que fijamos la velocidad que queramos y la cámara se encarga de los otros parámetros, o bien el de prioridad al diafragma (A), haciendo que la cámara utilice un diafragma abierto y la velocidad sea lo más alta posible de acuerdo a la situación lumínica.
Diafragma e ISO
Ya que hemos mencionado al diafragma tenemos que hablar al menos brevemente de éste parámetro y el otro, la sensibilidad, que junto a la velocidad de obturación determinan el triángulo de exposición. Como hemos dicho, la velocidad es el parámetro que “manda” en este tipo de situaciones así que los otros dos deben supeditarse a ella pero eso no significa, ni mucho menos, que no los tengamos en cuenta ni que dejemos que la cámara se encargue sola de elegirlos sin supervisión nuestra.
Por eso, si necesitamos disparar a una velocidad alta seguramente tendremos que abrir el diafragma y/o subir el ISO pero siempre hay que hacerlo con tino. En el caso del diafragma porque, como ya sabrás, trabajar con grandes aperturas hace más complicado el enfoque (sobre todo con objetivos muy luminosos como los ƒ1.8 o 1.4) y también puede comprometer la calidad de imagen. Por eso, siempre que la situación lo permita, lo ideal es trabajar con el diafragma en su punto de mayor resolución (lo que suele denominarse “punto dulce”), o bien siguiendo la regla del F8 que os contábamos hace poco y que asegura una buena profundidad de campo.
En cuanto al ISO, la necesidad de conocer nuestra cámara se hace, si cabe, aún más importante ya que es un parámetro que puede convertirse en un “salvavidas” o en una nuestra “perdición”. Lo lógico es tratar de conseguir unas imágenes lo más limpias de ruido que sea posible, sobre todo en un tipo de escenas en las que suele haber mucho color y detalles en la imagen.
Así, lo recomendable es utilizar la sensibilidad más baja que podamos; Pero si nuestra cámara nos permite disparar (por ejemplo) a 1600 ISO sin que el ruido resulte molesto ¿por qué no utilizarlo para poder fijar una velocidad alta y un diafragma que asegure buena resolución? Por tanto, aquí una vez más cuanto mejor sea nuestra cámara mejores resultados obtendremos, lo que no significa que no se puedan conseguir con equipos modestos.
Modo ráfaga
Para asegurarnos de captar el momento adecuado, muchos fotógrafos recurren al modo de disparo continuo o en ráfaga, que permite hacer series rápidas de imágenes entre las que es más fácil obtener una toma adecuada. En este caso estaríamos hablando, otra vez, de la necesidad de contar con una cámara de cierto nivel, que permita ráfagas de unas nueve fotos por segundo o más (los últimos modelos ya suelen tener cifras bastante interesantes) y cuenten con buffers que sean capaces de aguantar el ritmo (esto ya suele quedar reservado a los modelos profesionales).
Además, para un aficionado hacer fotos de este modo le va a suponer unos inconvenientes, incluyendo la necesidad de elegir entre cientos de tomas y descartar las que no sean válidas (so pena de llenar rápidamente sus discos duros de fotos) y la de tener que renunciar al formato RAW, ya que como sabréis las cámaras son mucho más rápidas si solo toman las imágenes en formato JPEG.
Por cierto que, hablando de esto, se trata de uno de los pocos ejemplos en los que claramente puede ser mejor desechar el uso del formato en crudo, toda vez que la rapidez aumenta y, si la cámara está bien configurada y “domada” por el fotógrafo, el resultado directo de la cámara en JPEG puede ser más que suficiente. Y de hecho así es como operan muchos fotógrafos deportivos.
Desenfoque de movimiento
La otra posibilidad básica a la hora de captar el movimiento es hacer que la imagen ofrezca la idea de dinamismo. Esto se traduce en representar una cierta trepidación o desenfoque de movimiento que haga que el espectador obtenga una sensación de velocidad y de acción en la fotografía.
Esto se puede conseguir de varias formas, pero la más utilizada en deportes o acción es lo que se denomina barrido. La técnica ya la hemos explicado en otras ocasiones (como en este artículo), pero os recordamos que consiste en utilizar una velocidad relativamente baja (entre 1/60 y 1/15 seg, dependiendo mucho de la acción) al tiempo que seguimos el movimiento del sujeto que pasa en perpendicular a la cámara.
La idea es capturar al deportista de forma nítida al tiempo que el fondo aparezca trepidado, lo cual no es una técnica sencilla. Incluso para iniciados, porque depende mucho del ensayo-error, aunque produce muchas satisfacciones cuando se consiguen resultados y es una excelente manera de aprender a jugar con el movimiento en fotografía.
El enfoque
Independientemente de si queremos congelar el movimiento o no, es importante que el foco esté situado en el lugar correcto, normalmente en el rostro del deportista que protagoniza la fotografía. Hace poco os ofrecimos un artículo sobre la importancia de elegir el enfoque correcto para evitar imágenes borrosas y entonces ya apuntábamos que en este tipo de fotografía lo más común es utilizar el enfoque automático continuo (AF-C).
Pensad que estamos hablando de tomas con movimiento continuo, donde no es difícil que la distancia de enfoque cambie en décimas de segundo. Por eso, aquí es donde más puede notarse el uso de una cámara avanzada, que sea capaz de mantener enfocado al protagonista aunque se desplace.
Claro que también es importante eso, que sea capaz de enfocarse en lo fundamental, el sujeto principal, y no centrarse en el fondo o en elementos secundarios. Y aquí entramos ya en otro tema, el de cómo elegir el punto (o área) de enfoque a utilizar. Como decíamos en el artículo ya citado, las cámaras más avanzadas ofrecen multitud de puntos de enfoque y sofisticados algoritmos que pueden hacer el trabajo solo, pero dejarlo en manos de la cámara no es siempre lo mejor (aunque lo más importante es conocer bien el equipo para ver hasta que punto es capaz de funcionar por su cuenta).
Así, para asegurarse de tener el foco en el sitio correcto, muchos fotógrafos deportivos prefieren elegir ellos el lugar de enfoque, bien usando la técnica tradicional de enfoque en el centro y reencuadre si es preciso (no es lo más rápido, claro está) o bien a través de los modernos sistemas que permiten elegir el punto de foco rápidamente gracias a un pequeño joystick o con el dedo a través de una LCD táctil.
Claro que eso, de momento, sólo está disponible en las cámaras más modernas y avanzadas. Por eso, para los aficionados que no cuenten con una cámara con un sistema de enfoque tan moderno y capaz de seguir a los sujetos, ni de una que pueda disparar largas ráfagas de fotos, la mejor receta, como vamos a continuación, es la anticipación.
Las claves
Anticipación y velocidad, esas podrían ser las claves que vamos a desgranar como conclusión de este artículo. Lo primero es clave para ser capaces (valga la redundancia) de anticipar qué es lo que van a hacer los sujetos protagonistas de la foto. Esto es algo que se consigue sobre todo con práctica, pero también es muy importante conocer el medio en el que nos movemos. Es decir, conocer la mecánica del evento que estemos fotografiando para ser capaces de anticipar lo que sucederá a continuación y disparar en el momento justo. Hay un dicho entre los fotógrafos deportivos que reza “si lo has visto a través del visor es que te has perdido la foto”.
La otra “pata” es la velocidad, que en este caso no se refiere a la de obturación sino a la del conjunto fotógrafo-equipo. Un binomio que debe ser capaz de estar a la altura de lo que ocurre, y lo que ocurre normalmente se sucede de una forma muy rápida. Por eso, si el fotógrafo no está preparado para enfocar rápida y certeramente, o no tiene bien entrenada la mecánica para ajustar la exposición de forma correcta tal y como hemos contado, la tarea puede ser infuctuosa.
Sin embargo, con algo de práctica, pericia y concentración, y siguiendo estos consejos que hemos dado para iniciaros o mejorar en fotografía de acción y deporte, seguro que lográis buenos resultados aunque no tengáis un equipo profesional. ¿Se os ocurre alguna cosa más que aportar? Como siempre, agradecemos vuestros comentarios.
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Foto de portada | Jaroslaw Popczyk
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